LA PAZ DE DIOS
LA PAZ DE DIOS
Por: Selma Lagerlof.
Era Navidad, en una
Granja, bajo un cielo plomizo con cariz de nevada y viento norte Que atería.
Era de tarde, a la
hora en Que los Trabajadores se apresuran a terminar su labor para acudir al
baño.
El agua del Lavatorio
hervía en el fuego, tan vivo Que las chispas y el Hollín salían por la chimenea
arriba de la casa de los baños, y se esparcían sobre la nieve de las techumbres
próximas.
La Columna de Fuego
sobre el caserío, anunciaba Que se acercaba Navidad.
Una Criada Que lavaba
los Pisos Canturriaba en Voz baja sin advertir Que el agua se helaba entre las
manos, y en el Depósito de la leña los criados partían unos troncos, a golpe de
hacha, alegremente y sin esfuerzo como si jugaran en vez de trabajar.
Del almacén de los
Víveres salió una Vieja llevando un Montón de Panes Redondos de Pascua; Penetró
en casa de los amos Que se hallaba pintada de encarnado y dejó los panes en el
banco largo de la habitación principal extendió
luego el mantel en la mesa y junto a cada cubierto colocó dos panes, uno grande
y otro chico.
Tenía aquella vieja
el pelo rojo y los ojos abotargados, la boca y la barba contraídas y aunque de
ordinario era de una fealdad extraña como si los músculos del cuello le crispasen
el rostro.
Este aparecía Dulcificado
Y hasta embellecido entonces, en la víspera de la Navidad por la paz y la alegría
Que le Brotaban del Corazón.
Se sentía el espíritu
navideño y Reinaba una actividad febril y esperanzadora entre los Hombres
Y las Mujeres.
Sin embargo la Criada
Que ataba los manojos de abedul en forma de escobitas no parecía muy
satisfecha. No había encontrado Mimbres para atar los troncos.
En ese momento entró
el amo y señor de la casa Ingmar Ingmarson en persona, Quien al verla
preocupada le consoló y le dijo -oye chica, no te preocupes ya mismo voy a
buscar el Mimbre Que necesitamos.
Siguió el sendero, a través
de unos campos cercados cruzó un bosquecillo de abetos y llegó a los abedules;
salió de la vereda y comenzó a caminar por la nieve buscando mimbres.
Se había inclinado a
cortar un tallo cuando le envolvió un Remolino cargado de nieve; al erguirse el
viento le arrojó los copos a la cara, la nieve le cegó y comenzó a dar vueltas,
aturdido.
Debía de hallarse en
lo más alto del Bosque, Porque el terreno era muy escabroso sembrado de Grandes
Rocas Que no abundaban en las arboledas de la llanura.
Al avanzar se metió
por un montón de piedras, entre las Que se hundían y Quedaban aprisionados a
veces, Se sentía completamente extenuado y comenzó a Quejarse.
De súbito tropezó y
cayó en una hacima de ramas. Cayó sobre las hojas y la nieve y no se causó
daño; pero se sintió tan rendido Que Renunció Definitivamente a Incorporarse.
No le Quedaba más Que un Deseo. Dormir. Levantó las ramas, Y se metió debajo de
ella como al abrigo de una manta.
Al guarecerse,
tropezó con algo caliente y blando "Aquí - pensó -Duerme un oso."
sintió Que el animal se Removía Y olfateaba en torno suyo.
La fiera parecía
tranquila, sin embargo, podía devorarle, pero no le importaba.
Le era imposible
huir; no podía dar un paso más.
El oso se apiadó, sin
duda, del pobre Hombre Que en noche tan cruda buscaba abrigo en su guarida. Le
cedió su puesto, se arrastró hacia el interior de la cueva y continuó su sueño
y sus Ronquidos.
Al día siguiente
estaba todo el mundo en pié en casa del viejo ingmar,
la Vieja y los Hijos estaban allí reunidos preocupados por la suerte de su
padre.
La vieja leía la
Biblia aquella parábola del buen samaritano Que protegió a un hombre
desventurado, leyendo….leyendo…llegó la vieja a la pregunta: ¿Quién era el
prójimo Que había llegado ante los ladrones?
Y antes de leer la
Respuesta se abrió la puerta y apareció Ingmar.
-Madre-exclamó una de
las hijas -Padre está aquí Y la anciana dejó sin leer Que el prójimo del Hombre
fue Quién se mostró misericordioso.
Todo el mundo se
dispuso a retomar sus Quehaceres, la anciana reanudó la lectura, las mujeres habían
ido a la iglesia, y los hombres habían salido a cazar osos en el Bosque.
Al terminar de comer Ingmar
se había marchado de caza con sus
hijos, era la costumbre Y la obligación: todos los Hombres de la comarca debían
matar los osos donde y cuando los encontrasen.
Porque tarde o
temprano el oso se aficiona a la carne y no perdona la vida al hombre ni a los
animales.
Sin embargo la vieja
presentía algo, estaba intranquila, leía la predicación de aquel día, más no
pasó de la frase "En la tierra Paz, Y Buena Voluntad entre los
Hombres."
Quedó suspensa, con
los ojos absortos ante estas palabras. No leyó más, y sus labios repitieron las
frases incesantemente y en voz lenta: "Paz en la Tierra Y Buena Voluntad Para con los
Hombres."
Y mientras
pronunciaba las palabras bíblicas entró en su habitación su hijo mayor.
-¡Madre! -dijo en voz
muy baja.
La anciana le oyó, Y sin apartar del libro la mirada le interrogó:
¿No habías ido al bosque?
-Sí -Contestó el hijo
en voz más baja aún -también fui.
-Ven, acércate.
Quiero verte.
El Hijo se acercó, y
se agarró a la mesa, para disimular el temblor de las manos.
¿Habéis matado algún
un oso? -le preguntó la madre. El Hijo, emocionado, no pudo hablar y contestó
con un movimiento de cabeza.
Su madre se puso en
pié y le acarició como no le había acariciado desde la infancia: le acarició
una mejilla; le hizo sentar en un marco, se sentó junto a él y le estrechó una
mano entre las suyas.
-Hijo mío, ¿Que ha
pasado?
Este cariño, Que
tantas veces le consolara cuando pequeño, le emocionó tanto, Que rompió a
llorar;
-A tu padre le ha
ocurrido algo -exclamó la anciana.
-Más Que algo, madre.
- prorrumpió el hijo sollozando; y con un índice señaló la frase Que esta acababa
de leer: " ¡Paz en la tierra!"
¿Pero tiene Que ver
algo con esto?
-Sí-con la Paz de la
Navidad
-¿habéis hecho alguna
obra mala?.
-Sí.
¿Y Dios os ha
Castigado?
Y la madre supo al fin
lo Que había ocurrido.
Habían buscado la
guarida del oso y al divisar las ramas acantonadas en la boca de ella se habían
parado a preparar las escopetas.
más el oso no les dio
tiempo para nada ; salió velozmente, se lanzó en línea recta contra Ingmar, Que
cayó en tierra como herido por un rayo Y huyó hacia la espesura, sin hacer caso
de los demás.
ES Navidad Y Hay Que Respetar.
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