La Huida a Egipto.
Diciembre- enero-2015
Bienvenido 2015
La
Huida a Egipto.
de: Selma
Lagerlof.
Comenzó el año nuevo, 2015, lleno de muchas bendiciones y
de mucha brisa alegre y tropical, Que viene
de la cordillera, hasta Valledupar, la cual aspecta, un ánimo febril, de
renovar, nuestro espíritu, para retomar la lucha, junto con nuestras esperanzas
y nuestros sueños.
La Brisa de Diciembre del año anterior de 2014, llegó en
enero de 2015, cómo Queriendo decirnos, Que todos los meses, Deben ser Diciembre,
Que ese mismo espíritu de navidad, debe inspirarnos durante todos los meses del
año, y Que no esperemos, una fecha exacta, para hacer las cosas ya.
La Brisa alegre y tropical de Valledupar, también nos
indica, Que todos los grandes
acontecimientos Que nos sucederán, tendrán Que ver con el Medio Ambiente, por
eso y en Buena Hora, continuemos construyendo, el país, Que todos Queremos…
El país, Que Queremos Cambiar y Mejorar…ya sabemos las
problemáticas Que tenemos, la movilidad y el trasporte, la inseguridad, la
falta de empleo, el paro judicial, en fin.
¡Quien Quiere Hablar, más de lo mismo! No Queremos Ser
Monotemáticos, Con algo Que ya Todos Conocemos, ya Sabemos el origen, la causa, de lo Que
Sucede Siempre, de lo Que se Repite Siempre.
De aquí en adelante,
Todo lo Que hagamos, Con Conocimiento Pleno, a favor de la Paz y del
amor, Será Un Paso Adelante, Para la Consolidación del Cambio y del
Progreso.
Los Que Queremos la Paz y el amor, Seremos Audaces y Capaces, de Creer y apostarle a lo Nuevo, a lo incierto, a lo Improbable, hasta, trasformar nuestra realidad.
Los Que sigan atentando contra la Unidad y la
Reconciliación de los Pueblos, Quedaran aislados y avergonzados, ellos
mismos.
Recordemos Que solamente tenemos este país, una sola
tierra, un solo Universo, una única opción, “Construir”.
La Brisa, nos trae Buenas Nuevas, y una de esas Noticias
Positivas, es la Huida a Egipto, una preciosa Historia, Que nos regala,
la maestra Selma Lagerlof, desde Suecia, Con Amor, en estos tiempos de Cometa,
de Brisa y de esperanza.
Muy lejos,
en uno de los desiertos de Oriente, crecía hace muchos siglos, una palmera
secular y gigantesca.
Todos los Que atravesaban el desierto, tenían Que pararse
para contemplarla, pues, era mucho mayor, Que
todas las demás palmeras, y se
decía Que llegaría a ser más alta, Que los obeliscos y Que las pirámides.
La palmera en su soledad, contemplaba continuamente el
desierto, y un día, apareció, ante su vista, algo Que hizo estremecer, de
admiración, su grandiosa copa, sobre el esbelto tronco.
Allá, lejos, al borde, del desierto, aparecían dos
únicos, peregrinos, hallàbanse todavía a la distancia, en Que los camellos,
parecen hormigas; pero no cabía, duda,
de Que eran Dos personas, Dos forasteros del desierto, pues la palmera conocía muy bien a todos los
habitantes de la inmensa llanura arenosa.
Un Hombre, se aproximaba con una mujer, no tenían guías
ni mulas, tiendas, ni odres, para el agua.
“Esos dos han venido aquí, probablemente a morir” dijo,
para sí, la palmera.
Miró, rápidamente, en torno suyo.
-me extraña-dijo-Que los leones no se dispongan todavía a
apoderarse de ese botín. Pero ni uno solo, se apresura a asaltarles. No veo
tampoco, ningún bandido.
No tardaran en llegar.
“Les aguarda la muerte en sietes formas distintas,
pensaba la palmera-los leones los
devoraran, la serpiente los mataran con su venenosa mordedura, la sed
los aniquilará, el simún los enterrará, los ladrones los degollaran, el sol
ardiente los abrazará, el miedo les hará perecer”.
E intentó dar otro rumbo a sus pensamientos. El destino
de aquellas gentes les apenaba.
Pero la inmensa planicie arenosa, Que se extendía al pie
de la palmera no ofrecía a su vista, nada Que no conociese y hubiese
contemplado hacía mil años.
Nada consiguió cautivar su atención. Tenía forzosamente,
Que volver a pensar en los Dos peregrinos.
-¡por la sequía y el huracán!-decía la palmera, invocando
a los dos terribles enemigos de la vida-¿Qué es lo Que lleva esa mujer en los
brazos? ¡Creo Que esos necios llevan
consigo un niño de pecho!
-El niño ni siquiera está suficientemente vestido- decía la palmera –veo Que la madre
cubre a la criaturita con su falda- lo ha sacado de su camita a toda prisa para
escapar con él.
Ahora lo comprendo todo, esas gentes huyen ante algún peligro,
el hombre estaba trabajando, el niño dormía en su cuna, la mujer había salido a
buscar agua, aún no habían dado dos
pasos, cuando vio a los enemigos Que se
acercaban.
Retrocedió, tomó el niño en
brazos y llamó al Hombre, para Que la siguiera, la palmera continuó meditando
en voz alta, como hacen los viejos solitarios.
Percibo, en mis hojas cada vez, un zumbido más fuerte.
La palmera creía Que el zumbido de muerte de sus hojas
referiase a los dos peregrinos.
Y ellos mismos debieron creer su última hora
-oigo un melodioso murmullo atravesar mi copa, decía, -me
emociona contemplar a esos pobres forasteros! Que bella es la mujer! Que afligida
está, me hace recordar el
acontecimiento, más maravilloso de mi vida y mientras las hojas continuaban
susurrando, una suave melodía, recordó la palmera, Que hace muchísimo tiempo,
una Bellísima pareja había visitado el
Oasis.
La Reina de Saba, había llegado, allí, en compañía del
Rey Sabio Salomón, la hermosa Reina,
tenía Que volver a su País, el Rey la había acompañado en su camino, y ambos
estaban a punto de separarse.
“como recuerdo de esta hora, -dijo la Reina –hundo en
esta tierra, un Hueso de Dátil y Quiero Que de él, nazca y crezca y medre una
palmera, hasta Que en el país de Judea
surja un Rey más sabio y magnifico Que Salomón” y al decir estas palabras,
hundió el hueso de dátil, en la tierra,
y sus lagrimas lo regaron.
A ¿Que será, debido, Que precisamente, hoy, recuerde tal
suceso? Acaso esta mujer, es tan
hermosa, Que me ha de pensar en la más hermosa de las reinas, en aquella por cuya voluntad he crecido, y
medrado hasta el día de hoy.
-Percibo en mis oídos, un sonido más fuerte, el sonido es doloroso, como un canto fúnebre, parece como si
profetizaran, Que alguien va abandonar,
pronto esta vida, bueno es saber, Que
esto no rige, para mí, ya Que no puedo morir, porque llevo siglos viviendo aquí.
Los caminantes llevaban horas y horas caminando y tenían
sed, y estaban angustiados por el intenso calor del desierto, veiasetambién en
sus miradas, Que dirigieron, a un parde buitres Que pasaban volando, Al fin, Divisaron la Palmera y el Oasis, y se dirigieron
allí, presurosos, en busca de agua.
Pero se
dieron cuenta de Que el manantial estaba seco, Aquella Mujer rendida de fatiga
colocó al niño en la arena y sentòse,
llorando junto al brocal del pozo, el Hombre colocase, junto a ella, y golpeó desesperadamente,
el duro suelo con los puños, la palmera oyó Que decían Que era inútil pretender
vivir.
Enteròse por
su conversación de Que el Rey Herodes, había hecho degollar a todos los niños
de Belén, menores de tres años, porque temía Que el profetizado Rey de Judea hubiera nacido ya.
-estamos solos entre fieras y serpientes-respondía el
Hombre –No tenemos comida ni bebida. ¿Cómo va ayudarnos Dios?
Dios nos socorrerá- Decía la Mujer.
La palmera oía cómo el zumbido melancólico de sus hojas
iba haciéndose cada vez más intenso.
La Mujer debía haberlo notado también, pues alzó su
mirada hacia la regia copa del árbol gigante al par Que se levantaba
involuntariamente los brazos.
La Mujer se
hallaba sentada, erguida, pero miraba con vehemencia, a la palmera, y Quería
alcanzarla con sus manos, el Hombre,
también hubiese Querido alcanzarlos, pero, tampoco, lo logró.
Pero el
niño, Que correspondía en torno a la palma, jugando con ramos y tallos, había
oído la exclamación de la madre.
El niño, Que
la escuchó, cuando exclamaba –Dátiles, dátiles,
empezó a contemplar fijamente el árbol, la palmera, la miró y la miró y
luego sonrió alegremente, con su carita feliz, y acercándose a la palmera, la
acaricio con su manita y dijo con voz linda e infantil; ¡Palmera, inclínate!, ¡palmera inclínate! Entonces, sucedió Que las
hojas de la palmera zumbaron, como bajo el impulso de un huracán y un gran
temblor agitó al gigantesco tronco, la palmera reconoció, Que el pequeño era
muy poderoso, y no le fue dado resistir la orden, y su elevado tronco inclinòse
ante el niño, como Quien se inclina ante el príncipe.
En un arco
gigantesco se dobló, y su inmensa copa, acarició, con sus trémulas hojas la
arena del desierto.
El niño no
pareció asombrarse ni asustarse, sino Que dando un grito de alegría, corrió a
coger, todos los dátiles Que cayeron desde la copa de la palmera, cuando ya
hacia recogido lo suficiente, observó Que la palmera seguía inclinada y la acarició, y le dijo con su voz tierna - palmera levántate, entonces la palmera se levantó
silenciosa, con majestuosidad, mientras el Hombre y la Mujer se hallaban
arrodillados y daban gracias a Dios.
“tú has
visto nuestra angustia y nos ha librado de ella, Tú eres el, Poderoso, el Que
dobla el tronco de la palmera, cual la débil caña, o el sauce de los prados”,
¿Qué enemigo puede dañarnos, Si tu poder
nos protege?
Cuando la
próxima caravana, Que atravesó el desierto
se acercó al Oasis, vieron los viajeros, Que la copa de la gigantesca palmera se había secado.
¿Cómo pudo
pasar esto? Preguntó, uno de ellos, esta
palmera, no debía morir, hasta Que hubiera visto un Rey superior a Salomón en
poder y sabiduría -debe haberlo visto, seguramente –contesto otro de los
peregrinos del desierto.
ResponderEliminarMuchas Bendiciones para este Nuevo año, para Todos.